El paisaje no es un decorado o un espacio donde se enumeren los elementos que lo integran: unos árboles, un río en el fondo del valle o unas nubes bonitas en el cielo.

No.

El paisaje tampoco es un escenario donde suceden las historias de los humanos y que a los humanos les gusta recrear: el desembarco de Normandia, la batalla de Lepanto o la cuna de la civilización.

Tampoco.

El Mar y el Infinito #23 © David de Flores

El paisaje, eso que llamamos paisaje, es una invención nuestra, propia de la especie que se cree con derecho a gestionar, especular y a esquilmar lo que considera paisaje, un inventario de lo que unos ojos que solo ven lo que pueden contar atisban a vislumbrar.

El paisaje está vivo y solo necesitamos silencio para darnos cuenta de todos los seres que lo habitan, a los cuáles les importa mas bien poco lo de las batallitas y las banderas y mucho menos todo lo que pensamos, reflexionamos y conceptualizamos sobre eso que hemos convenido en llamar como paisaje.

El paisaje seguirá y cambiará como siempre lo ha hecho desde el origen de los tiempos, cuando de nosotros no quede ni el aliento.

El Mar y el Infinito #13 © David de Flores

Cuando veo el paisaje, siento el paisaje. Y lo veo con las orejas y lo toco con los labios y lo beso con las manos. Escucho sus colores y puedo sentir su vibración a través de la luz que desprende.

Un paisaje no es una foto, es el eco que emiten todos los seres de ese lugar.

Seres como el carbonero, la encina, la lagartija y la hormiga que habitan y mueren en la sucesión de luces y sombras que nos llevan de aquí a la eternidad.

Amor, humor y respeto


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