EL BOSQUE AUSENTE

Desde 1960, el fuego a quemado casi el 25 % del territorio nacional y presenta una tendencia creciente que coincide históricamente con fenómenos sociales como la despoblación rural y el abandono de los montes, siendo ésta una de las causas de que nuestras montañas, verano tras verano, sean pasto de las llamas.

Y el bosque arde porque faltan manos para cuidarlo o, en su defecto, políticas que lo hagan.

La insólita belleza de un bosque incendiado nos remite a lo fugaz y frágil de nuestra existencia, en la que unos pocos árboles en pie calcinados, auténticos heróes naturales, simbolizan el sacrificio y el esfuerzo de la naturaleza por seguir adelante en el ciclo eterno de la vida y la muerte.

Este proyecto trata de contar una historia de regeneración natural, por la que una especie de árboles ha evolucionado junto al fuego. El fuego es su muerte, pero también la puerta a una nueva existencia.
Los bosques maduros necesitan la existencia de espacio para que crezcan otros árboles, así que la dinámica del fuego es la del eterno retorno.
Una dinámica que los humanos no acabamos de comprender. Debemos respetar los ciclos de la naturaleza, sus tiempos y sus especies. Alejarnos de los bosques ha hecho que los incendios se descontrolen porque no cuidamos el bosque. Ahora es el momento de reflexionar sobre ello.

Me gusta fotografiar los árboles muertos que quedan tras el incendio.
Y los fotografío porque creo en ellos y porque sé que detrás de ellos la vida sigue.
Me han enseñado cosas que nadie te enseña en ningún otro sitio. La vida es algo que sucede mientras lees estas palabras. Y aunque la vida se vaya, los árboles siempre están ahí y cuando no están, el paisaje se queda desnudo, sin vida, sin brazos que te abracen.
A cualquiera de nosotros nos gusta saber que hay alguien esperando. Y nos sentimos seguros cuando tenemos la certeza de que alguien seguirá ahí para cuidarnos. Los árboles hacen eso. Cuidan de nuestra tierra, de nosotros, nos dan su sombra y su cobijo. Y su oferta es infinita porque siguen ofreciendo cobijo incluso cuando ya no están vivos.
E incluso cuando mueren, siguen ahí.
De pie, silueteados contra el cielo.
Me gustan los árboles porque me hacen sentir el esfuerzo y el amor sin límites.
Este es un sincero homenaje a los árboles muertos.
A los que siguen en pie.

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Este proyecto se inició en el verano de 2012 hasta la fecha y está realizado con cámaras de gran formato.