Hoy no tengo ganas de hablar de nada.
De nada que se pueda aprender en los libros ni en las escuelas.
De nada que se tenga que estudiar en academias o universidades.
Hoy ni siquiera tengo ganas de contar nada.
Hoy me voy a poner patético y digo que me encuentro como un extraño en este maravilloso mundo de mierda.
Y no pasa nada. Como en los telediarios.
Cuando las cosas pasan en las noticias, mientras comes el plato de comida y rellenas el vaso para beber, esas mismas cosas que te cuentan con imágenes pasan como si no pasaran. Es como un cuento o una película que te ponen todos los días, al filo de las 3. Un entretenimiento nada más. Un corto espacio de tiempo a rellenar. Puro trámite y formulario. Pero nada más.
Pones las noticias porque ya te has aburrido de ver 3 veces el mismo episodio de los Simpsons. Y sigues comiendo. Y bebiendo. Y no pasa nada. Un día tras otro, de lunes a viernes, a mitad de tu jornada laboral o a mitad de otro día más sin encontrar un puñetero trabajo que te de un poco de aliento moral. O, por lo menos, un sustento.
Pero las cosas pasan y, aunque estemos tan acostumbrados a vivir entre algodones, algo de lo que sacan los telediarios de este maravilloso mundo de mierda, a veces pasa. No nos damos cuenta porque somos de primera. No nos damos cuenta, porque cada vez vivimos más en nuestros pequeños mundos y cada vez más desconectamos de lo que nos rodea, aunque estemos conectados a 60 megabytes por segundo con el resto del universo. Y mientras tanto, seguimos viviendo.
Y un día, da igual que sea martes o viernes, lunes o domingo, haga sol, lluvia, truene o nieve en pleno agosto, algo pasa. Algo sucede en alguna parte de este maravilloso mundo de mierda que, sin intención alguna, sin que se hayan alineado los astros del universo, sin que exista razonable razón conspirativa de algún extraño enemigo desconocido, la fatalidad entra en tu vida.
Pum!.
Te roza o te golpea de lleno.
Pum!
Es entonces cuando, de repente, las cosas pasan. Y pasan, aunque esta vez no salgan en los telediarios de medio mundo, porque tu no eres nadie salvo para los que conocen tu nombre.
Y a pesar de todo, este maravilloso mundo de mierda es el que tenemos y el que nos enreda con sus contradicciones. En el que vivimos y en el que todo, absolutamente TODO, puede pasar.
Lo bueno y lo malo.
Lo bueno pasa todos los días al levantarnos por la mañana.
Lo bueno pasa al reencontrarnos con un amigo.
Lo bueno pasa cuando te sonríen tus hijos.
Lo bueno pasa cuando escuchas algo que te hace crecer, cuando te emocionas, cuando estas con los tuyos, cuando comes una buena comida hecha con amor, cuando hablas y escuchas algo que te interesa, cuando ríes, cuando juegas.
Lo bueno pasa mientras tarareas una canción estúpida bajo la ducha o te crees Mick Jagger o el de La Polla Records mientras conduces por la autopista. Y es que lo bueno pasa siempre o casi siempre.
Y cuando pasa lo malo, nos acordamos de lo bueno. Y lo bueno de lo malo es que nada es eterno y cuando pase, seremos mas fuertes y mas grandes y nos daremos cuenta de todo lo bueno que tenemos y que tendremos.
Y cuando la fatalidad golpee de nuevo, ahí estarán los que conocen nuestro nombre, para plantarle cara y para lo que haga falta.
No lo he podido remediar. Ya conocéis mi debilidad, pero esto siempre me sienta como un tiro.
Salud, ánimo, cariño
PD: Para el que lucha, para el que está a su lado y para todos los que estamos con el, en la distancia.
Muy negativo te veo. En fin, noviembre también pasará, como los demás.
Un saludo