«Lo que importa no es lo que lanzas, sino el lanzamiento«.

Siempre hay un momento de incertidumbre. Siempre.

Siempre tenemos la costumbre de habituarnos. De mantenernos dentro de nuestra zona de seguridad, zona que nos recuerda qué debemos hacer para que todo siga igual.

Siempre es un vocablo tajante. S-I-E-M-P-R-E. Siempre suena como NUNCA. Y nunca me recuerda a Peter Pan. Si, a Peter Pan, el niño que no quería crecer, entre otras cosas.

La mayoría de las veces, todos queremos ser como Peter Pan. Queremos no crecer. Queremos que todo siga como está. Es la fuerza de la conservación. De mantenerse a flote con el mínimo esfuerzo. Una inercia pausada, sin altibajos. Navegar con el suave viento de regreso al puerto.

Pero a veces nos aventuramos en la tormenta. Nos complicamos la existencia buscando otros caminos, entre los SIEMPRES y los NUNCAS. Y es ahí, donde se esconde el infinito. El lugar donde todo es posible y donde se alimenta el aliento.

Es, en esa BÚSQUEDA -maravillosa palabra- la que nos permite avanzar. Y la que nos da de comer. Y, porque ya se ha demostrado que la meta es el camino, yo aprieto la tuerca un poco más y digo, con total convencimiento y conocimiento de causa, que el único premio es el camino. Y date con un canto en los dientes porque es maravilloso tropezar y ser «tropezado».

Y así estamos iniciando nuevos proyectos y nuevas andaduras, como es el camino de Ouroboro, un libro y una exposición. Un laberinto en el que perdernos y una guía donde encontrarnos. Un animal que nos recuerda quiénes somos y el bicho que nos come por dentro.

Si todavía no lo conoces, síguenos. No te arrepentirás.

Si aún no crees que pueda ser verdad. Solo tú puedes hacerlo realidad.

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(…)

Salud, ánimo y cariño

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