Hoy día, quién vive al borde del abismo haciendo malabarismos sobre un cable con riesgo de caída no permitida, sabe lo difícil que es conseguir un cliente. Y el más difícil todavía consiste en conservarlo y si es posible que esté contento cuando paga sus facturas.
Hace más de un año, llamó a la puerta de nuestro estudio una empresa exportadora de frutas que quería que le hiciéramos un reportaje de sus fincas, de sus plantaciones de frutales, de sus frutas, de sus árboles, de todo. Querían que les hiciésemos un trabajo puntual para hacerse con un archivo fotográfico de todas las instalaciones y campos de cultivo de su empresa. Pues nada. Les dijimos, como es natural, que si, que se lo hacíamos sin mayor problema.
Una vez empezamos a trabajar, nos dimos cuenta que no se trataba de una empresa cualquiera. Veíamos que el propietario, su socio y todos los empleados ponían un especial interés en aquello que estaban haciendo. Ya fuera recolectar la fruta, seleccionarla o empaquetarla en la cadena de producción o examinarla una vez montados los palets listos para cargar en el camión, cada movimiento de cualquiera de las piezas de la fruta se hacía con gracia. Con detenimiento. Con la única intención de que todo fuera perfecto o por lo menos, casi perfecto.
Por ejemplo, cada día, sobre las 6 de la mañana, el ingeniero agrónomo y uno de los responsables de la empresa, paseaba por los campos de cultivo examinando los árboles para ver si estaba la fruta a tiempo para la recolección. Recolección que se hacía en el día preciso, ni antes ni después, sino en el momento justo en que la fruta estaba a punto.
Ni que decir tiene que, aunque no sea tan excitante como ir a fotografiar la tribu de los dogón, un trabajo por encargo es un aliciente para desarrollar todo nuestro potencial como fotógrafos. Y así empezamos a hacerlo y, como he dicho al principio, se trata de un caso de éxito, ya que conseguimos el más difícil todavía.
Un buen día de estar haciendo fotos a las frutas y a la gente recolectando, se me ocurrió grabar unas pequeñas piezas de video al mismo tiempo que hacía las fotos. Con estas maravillosas réflex digitales y habilidad todo es posible. La cuestión es que nadie de la empresa quería vídeos ni nada, solo fotos, pero yo grabé los vídeos.
Cuando terminamos el reportaje les entregamos el trabajo y los clientes quedaron muy contentos, abonaron su factura y listos hasta la próxima.
Al cabo de unos meses, el propietario de la empresa me llamó un tanto apurado, porque una productora de televisión se había puesto en contacto con ellos y les querían hacer un reportaje para la tele. Los habían seleccionado porque eran una de las pocas empresas punteras en el sector hortofrutícola que estaban triunfando con sus productos fuera de nuestras fronteras. El problema venía porque al ser una empresa con marcado carácter estacional, en el momento en el que querían grabar los de la productora, en los árboles no había fruta, en los almacenes no había fruta y en la cadena de producción tampoco había fruta. Es en situaciones como ésta, en la que nuestros clientes están más que contentos por habernos contratado. Sin haberlo pedido, se encontraban de pronto con el material audiovisual de calidad que necesitaban para la producción del reportaje televisivo.
A uno le satisface que su trabajo se valore, pero además que sirva para algo más. Y no tiene que ir mal, cuando el mismo cliente te encarga otros trabajos y, además, te recomienda para otros. Y así como sin quererlo, el tiempo pasa rápido y ya llevamos más de un año de relación laboral.
Nadie nos pidió que hiciéramos un determinado trabajo, pero nosotros lo hicimos. Solo nos pidieron unas fotos sencillas de sus árboles y de su fruta para su archivo, pero nosotros hicimos algo más. Ese algo más es la diferencia, pequeña tal vez, pero diferencia al fin y al cabo, de conservar un cliente y tenerlo contento cuando paga sus facturas. Por que siempre hay que ir a por el más difícil todavía. Y más con la que está cayendo…
La cuestión es que podemos continuar quejándonos de como está el patio. Podemos tirarnos de los pelos porque la calle está muy mal. Podemos sentarnos de cara a la pared y darnos cabezazos sin parar. Podemos hacer todo eso o podemos empezar a pensar que hacer para mejorar. Podemos ver lo que hacen las empresas que sí que están funcionando. Porque hay empresas que a pesar de la debacle sí que venden y aumentan sus beneficios. Sólo hay que pensar en cómo lo están haciendo. Seguramente es porque lo han pensado antes tranquilamente y, seguramente, porque cuentan con otros profesionales que les ayudan a conseguir el más difícil todavía…
No lo sé, pero yo ya me he cansado de oír lo que no para de decirse en todos los comercios y en cualquier foro. Es más, ni voy a nombrar la susodicha palabra. Para mí, ya no existe.
A partir de ahora, alegría.
Salud, ánimo y cariño.
PD: os debo el post de la semana pasada…