La exposición está al fondo, en los ùltimos compases del trabajo. Es después de muchas horas de trabajo cuando las cosas empiezan a encajar. Y no me refiero a las imágenes, sino a todo lo que configura una obra, desde que se imagina, piensa, hace, se mira, moldea y, por fin, se toca y se cuelga.
Y no se cuelga de cualquier manera ni a la ligera.
Todo se vuelve a imaginar, pensar, hacer, remirar, moldear y retocar hasta que no queda otra que dice que ese es su lugar.
Cuando los proyectos te acompañan varios años, forman parte de ti y te afectan a como repartes eso que llamas tiempo, eso que son las tardes libres con tu familia o los domingos que apuras hasta el último resquicio de luz.
Las cosas si las hago, las hago a mi ritmo, con atención, silencio y cuidado, el mismo que pongo para disfrutar la belleza, esa que aparece cuando menos te la esperas, en cualquier rincón del mundo, donde no haya una sola huella de alguien que pretenda no amar lo que encuentra.
Gracias a todas las personas bonitas que en cualquier momento de este maravilloso viaje habéis hecho que pudiera ser lo que soy.
El Mar y el Infinito, hasta el 30 de junio en la Sala Domus del Pórtico en Cartagena.
Amor, humor y respeto.